Wednesday, August 30, 2006

Las colonias griegas en la Península (I): Empúries

En contraste con el vasto legado arquitectónico que prueba la estancia de los romanos en Hispania, los vestigios griegos hallados en el territorio peninsular resultan ciertamente escasos.

De hecho, la ausencia de descubrimientos arqueológicos de cierta envergadura arroja un gran interrogante sobre el vínculo existente entre el área que nos ocupa y la antigua Grecia. Poco se sabe del desembarco de dicha civilización en la zona, por no hablar de la ubicación exacta de sus colonias. Sin ir más lejos, crónicas de la época recogen la fundación de Mainake a cargo de una expedición griega procedente de Focea, pese a que todavía no ha podido determinarse dónde se encontraba esta polis. La actual ciudad de Málaga, el municipio malagueño de Torre del Mar y el término alicantino de Santa Pola son algunas de las opciones que barajan los historiadores.

De lo que no parece haber dudas es de la presencia de Hemeroscopeion (término que significa atalaya) en las inmediaciones del poblado íbero de Díniu, en la actual Dènia (Alacant), cuya creación se remonta al siglo VI a.C. No obstante, en ninguno de estos casos se han localizado restos arquitectónicos pertenecientes a a este período. Idéntica suerte han corrido las antiguas colonias de Alonis (Vila-joiosa), Akra Leuké (Alicante), Argitar (Sagunt) y Saetabietar (Xàtiva), aunque sí se han recuperado dracmas griegos que fueron acuñados en algunas de ellas, como en el caso de las dos últimas.

Así, los vestigios de edificaciones griegas hallados en la Península Ibérica se concentran exclusivamente en Catalunya y corresponden a dos asentamientos situados en la provincia de Girona: Rhode (la actual Roses) y Empòrion (Empúries).

Esta última es la que ofrece un abanico más amplio de testimonios arqueológicos. Atendiendo a los tratados de algunos geógrafos clásicos —como Estrabón (siglo I a.C.)— la fundación de Empòrion estaría estrechamente ligada a la colonia de Massalia (Marsella), hasta el punto de que muchos consideran que fueron los propios massaliotas quienes la erigieron (el historiador romano Tito Livio [59 a.C.-17 d.C.], no obstante, atribuye este hito a los foceos).

Lo que sí parece demostrado, a tenor de las prospecciones arqueológicas acometidas en la zona desde 1908, es que las primeras piezas de cerámica griega llegaron a tierras ampurdanesas entre finales del siglo VII a.C. y principios del VI a.C. De esta última centuria, también se han hallado restos de construcciones domésticas en el munipio de Sant Martí d’Empúries, dentro de la llamada Palaiapolis. Además, muy cerca de allí, se han encontrado vestigios relacionados con la elaboración de cerámica y con el uso del bronce.

Hacia mediados del siglo VI a.C., se formó otro núcleo habitado al sur del asentamiento ya citado, que sería conocido como Neàpolis. Al respecto, todavía se conservan algunas estructuras del siglo V a.C., una muralla reforzada con torres, restos de un parapeto (ambos del siglo IV a.C.) y tramos de un recinto amurallado correspondiente al siglo II a.C., integrada dentro del sistema defensivo de la ciudad.

A todo ello hay que sumar los vestigios del Asklepeíeion (centro terapéutico y religioso del siglo II a.C., consagrado a Asclepio), el Serapíeion (santuario del siglo I a.C. dedicado a Isis y a Zeus Serapis), la Agorá y la Stoá (siglo II a.C.), varios filtros de agua del siglo III a.C., factorías de metalurgia y de salazones (siglo I a.C.), dos casas y un pequeño mercado o macellum (siglo II a.C.), un mosaico (siglo II a.C.), alcantarillado de la época y un supuesto muelle helenístico (siglos II o I a.C.).

Finalmente, convendría hacer referencia a uno de los hallazgos más sorprendentes y polémicos descubiertos en Empúries: una gran estatua marmórea que podría representar a Asclepio, el dios griego de la medicina. Sin embargo, la directora del Museu d’Arqueologia de Catalunya, Núria Rafel, desmintió en 2005 que la pieza se correspondiese con dicha deidad. El original, conservado en la entidad ya mencionada, está siendo sometido a un proceso de restauración.

Recientemente, Empúries solicitó ser inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, pero su candidatura fue desestimada.

Para más información, se recomienda visitar la web de L'Escala.

Friday, August 25, 2006

Restos cartagineses en la Península Ibérica

En el año 146 a.C., Roma puso fin a la tercera y última guerra púnica con la invasión de Cartago, capital de uno de los pueblos más poderosos de la Antigüedad. De este modo, los romanos asestaban el golpe de gracia a la única civilización capaz de arrebatarles la hegemonía en las costas mediterráneas. Sabedoras de que se habían librado para siempre de su eterna rival, a las tropas vencedoras no les tembló el pulso a la hora de borrar del mapa hasta el último vestigio de la última ciudad que podía hacerles sombra. Sobre sus escombros, los recién llegados erigirían una nueva colonia, concebida como la enésima muestra del poder y la pujanza de Roma. Dar nueva vida a la piedra: esa era la máxima con que los romanos justificaban su exacerbado canibalismo arquitectónico.

Sin embargo, y a pesar de que se esforzaron en eliminar cualquier evidencia que probara la existencia de Cartago, la arqueología ha recuperado para la historia la huella dejada por los cartagineses en la Península Ibérica.

De entre los restos localizados, destacan sin lugar a dudas los hallados en la actual Cartagena, antaño conocida como Qart-Hadast. Fundada por el general Asdrúbal en el año 229 a.C. —quien intuyó el gran valor estratégico que le confería su emplazamiento junto al mar—, la ciudad se convirtió en un importante centro comercial. Afortunadamente, aún sigue en pie una pequeña parte de su muralla en el Centro de Interpretación de la Muralla Púnica de Cartagena (en la imagen). Erigida a finales del siglo III a.C. e inspirada en la arquitectura helenística, esta antigua estructura defensiva conserva dos muros dispuestos en paralelo y formados por bloques de piedra arenisca de gran tamaño. En algunos tramos, la pared alcanza los tres metros de altura.

Molina de Segura es otra localidad murciana en la que han aparecido muestras de la actividad comercial de Cartago, concretadas en unas monedas del siglo III a.C. localizadas en el Fenazar. Algo similar ocurre con Barcelona, ya que en la montaña de Montjuïch se han hallado piezas numismáticas cartaginesas.

Mucho más interesante resulta el legado que dormitaba bajo el suelo de la antigua Gadir (Cádiz). En efecto, diferentes trabajos arqueológicos han sacado a la luz restos del llamado período bárcido (último tercio del siglo III a.C.), tales como ánforas tunecinas, vasos, fragmentos de cerámica, diferentes vestigios funerarios o parte de una fábrica de salazones, sita en la avenida de Andalucía, a la altura de la calle de la Ciudad de Santander. Por todo ello, parece demostrado que durante la etapa tardopúnica podría haber existido un núcleo urbano cartaginés en la zona. Del mismo modo, se han desenterrado restos anfóricos muy cerca de la capital gaditana, concretamente en los municipios de El Puerto de Santa María y San Fernando. En otra localidad andaluza, Carmona (Sevilla), también se conserva parte de un bastión erigido por Asdrúbal que fue declarado monumento histórico-artístico en 1906.

Ya en el otro extremo de Andalucía, convendría referirse al caso de Baria, en Villaricos (Almería), donde han aparecido vestigios de un poblado y de una necrópolis. Según algunas hipótesis, los habitantes de este enclave podrían haberse dedicado a la producción de salazones o a la minería.

Pero la imprenta cartaginesa en la Península no acaba aquí, ya que se han realizado otros descubrimientos igualmente reveladores. Son los siguientes: restos arqueológicos en el castillo de Santa Bárbara, en Monte Benacantil (playa del Postiguet, Alacant); una máscara de terracota (ca. 200 a.C.) recuperada en 2005 en El Vendrell (Tarragona) y muy similar a otras existentes en Eivissa (por lo que respecta al archipiélago balear, las huestes púnicas también llegaron a Menorca); diversas piezas desenterradas en Chiclana de la Frontera y depositadas en el Museo Arquelógico de Cádiz, y la factoría de Toscanos (siglos VIII-VI a. C.), sita en el término muncipal de Vélez Málaga.

En la actualidad, se están llevando a cabo prospecciones en diversos yacimientos próximos a los ríos Guadalquivir y Genil. La ubicación de los mismos, claramente alejada del mar, restaría legitimidad a la vieja hipotesis de que los púnicos sólo establecían colonias en el litoral para poder practicar la navegación de cabotaje, según advierte Alberto López Malax-Echevarría.

Ojalá dichas excavaciones sirvan para desentrañar este y otros misterios que aún planean sobre la presencia cartaginesa en el sur peninsular.

Sunday, August 20, 2006

Colón: posiblemente, el último en llegar

Lejos de recordar a Cristóbal Colón como una pieza clave en la construcción del mundo moderno, la historiografía actual parece empeñada en demostrar que el célebre almirante no fue el primero en desembarcar al otro lado del Atlántico.

Auspiciados por crónicas que ponen en entredicho el discurso oficial, una serie de desconcertantes vestigios arqueológicos y un nutrido abanico de leyendas a caballo entre la religión y el mito, los investigadores se han acercado a otros pueblos y civilizaciones que bien podrían haber precedido a Colón en su primer viaje a América.

Lo que a continuación se expone es un resumen de las diferentes teorías que rechazan de plano la versión ortodoxa del descubrimiento del Nuevo Mundo. Conviene advertir que algunos de estos datos son meras especulaciones, por lo que las informaciones que aquí se brindan deben ser tomadas y analizadas con suma cautela.

Es el caso de la versión acuñada por Fall (1976, 1980), quien afirma que una expedición celta procedente de Europa alcanzó el continente americano ca. 2000 a.C. De ser cierto este dato —cosa muy poco probable, si consideramos que este pueblo jamás destacó por sus conocimientos náuticos—, los celtas habrían precedido en su extraordinario periplo a los fenicios, quienes también podrían haber pisado suelo americano. Los defensores de esta hipótesis basan sus elucubraciones en la llamada Piedra de Paraiba. Localizada en Brasil en 1872, esta sorprendente roca presenta inscripciones fenicias en las que se detallan los pormenores de la expedición y que aparecen recogidos en Siria histórica, cuna de la ciencia (Abdel Masih, 2005).

Del mismo modo, en el siglo V a.C., Herodoto se refiere en sus crónicas a una expedición a América ordenada por el emperador egipcio Necao II y secundada por naves fenicias. En este sentido, el Egipto imperial también parece estar dentro de las quinielas de los historiadores.

José Antonio Hidalgo, por su parte, alude a obras de la literatura clásica que corroborarían la llegada de los griegos a la zona, privilegio que este mismo autor atribuye también a los romanos.

Ya en el siglo VI d.C., la embarcación de San Brendan, un monje de origen irlandés, podría haber alcanzando las playas americanas (Ashe, 1971). Para más detalles, se recomienda visitar la web de América Celta.

Dos centurias después, y siempre según una peregrina leyenda, los habitantes de siete ciudades portuguesas decidieron echarse a la mar ante la llegada de los ejércitos musulmanes a la Península Ibérica. Algunos de ellos habrían alcanzado su objetivo de pisar tierra firme al otro lado del océano y habrían fundado las llamadas Siete Ciudades de Oro en el Nuevo México actual. Precisamente, el pueblo que propició la huida de los lusos, los árabes, también podrían haber llegado a América. Así lo atestiguan las crónicas de AI-Masudi en su Muruj adh-Dhahab (938), quien afirma que Khashkhash Ibn Saeed Ibn Aswad cruzó el Atlántico, o los tratados de Al-Idrisi (siglo XII), que aseguran que una expedición norteafricana alcanzó el Nuevo Mundo.

De lo que quedan pocas dudas es de que un navegante vikingo, el islandés Leif Eriksson (ca. 950-1003), alcanzó las costas de Terranova 500 años antes de que lo hiciera Colón. O al menos, así parecen demostrarlo algunos indicios arqueológicos y, según ciertos autores, por leyendas extraídas de la mitología precolombina y de las sagas o relatos islandeses.

Pero a esta carta de navegación multiétnica hay que sumar aún más pueblos: australianos, polinesios, esquimales, asiáticos (Asia sólo está separada de Alaska por el estrecho de Bering), japoneses (cuya candidatura está respaldada por pruebas de ADN), templarios y mallorquines (ca. 1350, según Hidalgo), turcos (dato que parece avalar el extrañísimo mapa de Piri Reis), el noble galés Madoc ca. 1170 (Deacon, 1966), el marino onubense Alonso Sánchez (confidente de Colón, para más señas) y, sobre todo, el navegante chino Zheng He, quien habría atravesado el océano entre 1405 y 1418. Su odisea habría quedado reflejada en un mapa de 1418 (en la imagen), presentado a principios de este mismo año en Pekín.

Ante tal muestrario de nombres y fechas, el privilegio de Colón como descubridor de América —de cuyo fallecimiento se cumplen cinco siglos en 2006— parece haber quedado totalmente diluido. «Tonto el último», parecen gritar las luces y sombras de la historia. ¿Será Colón?

Wednesday, August 16, 2006

Can Valent, vuit segles en perill?

Uns mesos enrere, un conegut em va enviar un e-mail denunciant el deplorable estat en què es troba la masia de Can Valent, ubicada al districte de Nou Barris (Barcelona). No obstant això, després de passar recentment per la zona, he constat in situ que els problemes descrits hi continuen.

Es tracta d’una finca pairal amb uns orígens que podrien remuntar-se al segle XII. Tal i com s’aprecia a la foto, però, la continuïtat de l’edifici es veu greument amenaçada per raons que salten a la vista.

Per bé que aquest lloc web no és l’únic que es fa ressò d’aquesta situació, vull sumar-me a les peticions de l'Associació de Veïns del barri de Porta i de l'Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris. Tots ells exigeixen al consistori barceloní mesures urgents per tal de posar fre al progressiu deteriorament que pateix el mas. Fins al moment, les accions dutes a terme per l'Ajuntament -tapiar les finestres i instal·lar-hi una reixa- no s'han revelat efectives.

Saturday, August 12, 2006

El naixement de les publicacions periòdiques a Catalunya

Algunes dècades abans de la irrupció de les publicacions informatives a Catalunya, Europa ja comptava amb diversos precedents en aquest àmbit. Sense anar més lluny, el 1457 va veure la llum el primer diari del món: el Nurenberg Zeitung, al que van seguir, el 1493, diverses edicions d’un full de notícies dedicat al descobriment d’Amèrica.

A banda de la invenció de la impremta de tipus mòbils (esdevinguda cap al 1440 a Magúncia), hi ha una segona eventualitat que explicaria el naixement d’aquestes peces informatives: la importància assolida per la prosa com a instrument de comunicació. De fet, amb la desaparició dels models lligats a la vida i la literatura medievals (cristal·litzats en els cantars de gesta i l’activitat del mester de joglaria), els textos comencen a veure’s cada cop més privats de la rima i de la musicalitat que els havien acompanyat indefectiblement durant centúries. Aquesta circumstància també dóna resposta a l’auge creixent de la novel·la i a l’aparició de nous subgèneres fins aleshores inèdits.

Així, els fulls de notícies van arribar al Principat el segle XVI. Cada exemplar constava, per regla general i com el seu nom indica, d’una sola pàgina on apareixia una única notícia. Caldrà esperar el segle XVII, però, per tal que els tallers d’impremta comencin a garantir-ne una publicació regular. Més endavant, aquesta regularitat va donar pas a una aparició més o menys periòdica.

El 1640, es va crear a Barcelona la primera gaseta sorgida a la Península: Noves Ordinàries. Aquesta capçalera consistia en un aplec de notícies resumides que, a més a més, consignaven la data i el lloc d’origen. Entre les temàtiques que gaudien de més acceptació entre els/les lectores/es, destaquen les notícies de societat i les de successos. De tota manera, aquestes informacions eren mereixedores d’una rellevància més aviat secundària per part dels editors. Fins el 1888, tot coincidint la commoció asperonada pel crim del carrer de Fuencarral (Madrid), una notícia d’aquest tipus no va tenir cabuda a la portada dels diaris.

Aquestes dues publicacions no seran pas les úniques. Més gasetes aniran apareixent fins el 1762 , moment en què l’editor Pedro Ángel de Tarazona va aconseguir un privilegi reial que el va permetre imprimir el primer diari en la història de Barcelona: Diario Curioso. Aquesta capçalera tenia entre quatre i sis pàgines que eren editades personalment pel seu creador. És per això que aquest s’autodenominava diarista.

Trenta anys després, l'1 d'octubre de 1792, Pedro Pablo Hussón de Lapezarán va treure al carrer el Diario de Barcelona. Dies abans, aquest impressor napolità procedent de la Cort de Madrid havia obtingut un privilegi del rei espanyol Carles IV per tal de crear un diari similar a un altre ja existent a València. Des del primer moment, la nova publicació, amb un tiratge inicial de 200 exemplars, va ser considerada un diari oficial.

Durant la guerra del Francès, els país gal va obligar que el diari s’imprimís en llengua catalana, en un intent de guanyar-se les simpaties del poble. Nogensmenys, el fort sentiment antifrancès arrelat entre la ciutadania va fer que aquesta iniciativa se saldés amb un estrepitós fracàs i que, per tant, es tornés a adoptar la llengua castellana.

En acabar la conflagració, Antoni Brusi i Mirabent va agafar les regnes de Diario de Barcelona. La seva impecable gestió va convertir aquesta capçalera en un mitjà de comunicació de referència durant tot el segle XIX. La versió impressa del diari va continuar publicant-se fins el 1994, tot i que encara existeix en format electrònic.

Al marge d’alguna excepció motivada pel Trienni Liberal (com ara l’aparició de Periódico Universal de las Ciencias, Literatura y Artes y El Europeo, ambdós de 1921), no sorgiran més publicacions catalanes vuitcentistes fins la dècada dels anys 30. Com a mostra, podem citar la revista El Vapor (1833) i els diaris El Telégrafo —fundat el 1858 per Ferran Patxot i rebatejat com El Diluvio el 1879—, El Correo Catalán —creat per Luis María Llauder (1876), La Publicidad (1878) —reconvertit en La Publicitat el 1922—, Diari Català (1879) i els conservadors La Renaixença (1881) i La Vanguardia (1888). Amb ells, la normalització de la premsa entre la societat catalanya ja era un fet.

Wednesday, August 09, 2006

Las seis candidaturas olímpicas de Barcelona

Tal día como hoy, hace exactamente 14 años, Barcelona puso punto y final a los XXV JJ.OO. de la era moderna. Sin embargo, el inconmensurable éxito organizativo y deportivo del evento —que contó con la colaboración desinteresada de unos 100.000 voluntarios y voluntarias— hicieron de él un claro referente dentro de la historia del olimpismo, hasta el punto de que otras sedes olímpicas (entre ellas, Sydney) continúan adoptando como propio el modelo de planificación que se siguió en la capital catalana.

Ahora bien, el camino que tuvo que recorrer la ciudad condal hasta albergar unos JJ.OO. no fue un sendero de rosas. Y es que antes de que Juan Antonio Samaranch pronunciara aquel recordado «A la ville de Barcelone», el 17 de octubre de 1986, la ville contaba en su haber con cinco intentos frustrados de celebrar unas olimpiadas.

El primer precedente hay que buscarlo en 1924. La propuesta topó entonces con el veto del fundador de los actuales JJ.OO., el barón Pierre de Coubertin, quien sugirió que el acontecimiento se desarrollara en París —segunda sede olímpica de la era moderna— con motivo del 30.º aniversario de la reinstauración de este acontecimiento. De todos modos, su petición también albergaba el deseo de lavar la pésima imagen que la Ciudad de la Luz había ofrecido en su debú olímpico. Al final, como era de esperar, los Juegos tendrían lugar en la capital gala. Del mismo modo, Barcelona también vio truncadas sus esperanzas de organizar la edición de 1928 por culpa del propio Coubertin, quien manifestó por carta su apoyo a Ámsterdam (ciudad que albergaría los JJ.OO. de ese año). No obstante, el aristócrata cambiaría su concepción sobre la capital catalana en 1926. Tras visitarla, manifestó sin rubor que Barcelona era «la ciudad más deportiva» que había visto.

Las alabanzas de Coubertin animaron a los barceloneses a defender su candidatura para las olimpiadas de 1936. Pese a que Herni de Baillet Latour, a la sazón presidente del COI, se llevó una inmejorable impresión de su estancia en Barcelona, Berlín conseguiría los JJ.OO. por votación. Esta derrota supuso un gran varapalo para la ciudad condal, que decidió sacarse la espina organizando un evento deportivo alternativo: la Olimpiada Popular (ver sello con la imagen del cartel en la ilustración). El acontecimiento, que contaba con 6.000 atletas inscritos (especialmente españoles [4.000] y franceses) y que debía iniciarse el 19 de julio de 1936, se fue el traste por culpa del estallido de la Guerra Civil, acontecido un día antes.

Con motivo de la edición de 1940, Barcelona volvió a presentarse como candidata a celebrar los JJ.OO., pese a que su sueño se vio frustrado nuevamente al ver cómo Helsinki se alzaba con la victoria en la votación del COI. Pese a todo, el inicio de la Segunda Guerra Mundial provocó que ese año no se llevaran a cabo los JJ.OO.

Ya en 1965, la capital catalana expresó sus deseos de organizar la edición de 1972. Una vez más, sus anhelos se disiparían muy pronto: aprovechando la ausencia del entonces delegado nacional de Deportes, Juan Antonio Samaranch (que se encontraba de viaje con el equipo español que disputaba la Copa Davis), el COE optó por otorgar la candidatura olímpica a Madrid. Dado que cada país sólo podía presentar una ciudad aspirante, Barcelona quedó apeada del camino hacia el COI. El triunfo final, no obstante, se lo acabaría apuntando Munich.

Así, hubo que esperar hasta 1992 para que Barcelona tuviera el privilegio de impulsar unas olimpiadas. Este acontecimiento, sin duda, sirvió para remozar una ciudad hasta entonces destrozada por el afán especulativo de la era Porciones y para hacer de ella uno de los puntos neurálgicos del turismo cultural y de ocio.

Monday, August 07, 2006

La nova exposició sobre la Barcelona medieval, per dintre

Recentment, el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MHCB) ha inaugurat una nova exposició permanent dedicada al passat medieval de la capital catalana. La mostra —un suggestiu recorregut cronològic que abasta des del segle VIII fins als inicis del XIV— exhibeix prop de 200 peces procedents d’excavacions realitzades fonamentalment a Barcelona, moltes de les quals són inèdites.

La iniciativa, a més, enllaça amb altres etapes històriques que ja comptaven amb el seu propi espai al museu. De fet, fins al dia d'avui, els objectes mostrats només recollien la vida a la ciutat des del Paleolític fins al segle VII.

Així, els/les visitants disposen ara de tres sales temàtiques dedicades íntegrament al naixement i desenvolupament de la Barcelona feudal, des dels inicis de la dominació musulmana fins a la consolidació d’aquest nucli com a un dels centres polítics i comercials de la Mediterrània. L’emplaçament triat ha estat el pis superior del Palau Reial Major, erigit sobre una superfície que va acollir sucessivament una fàbrica de vi encara visible (segona meitat del segle III-segle IV) i un palau episcopal (finals del segle VI-inicis del VII), reconvertit a posteri en palau comtal. Aquesta sorprenent evolució no ha passat pas desapercebuda per als responsables del museu, on també es mostra la transformació de l’edifici mitjançant una simulació gràfica en 3D.

Per bé que aquesta nova proposta no resulta tan superba com altres instal·lacions del complex —on excel·leixen per damunt de tot les runes de la ciutat romana—, la darrera mostra del MHCB exhibeix objectes d’una raresa quasi excepcional. Al minso però sorprenent inventari de vestigis de la Barcelona musulmana (veieu-ne el llistat complet als posts previs dedicats a aquest període) cal afegir moltes altres troballes arqueològiques que acosten el públic a una Barcelona encara aliena a l’altiu esplendor de l’art gòtic.

D’entre totes aquestes peces, destaquen un seguit de capitells dels segles X al XIV, ornats amb motius geomètrics i d’inspiració vegetal. Un d’ells correspon a l’antiga catedral romànica (consagrada el 1058 i amb un claustre del segle XII). La seu va ser enderrocada a finals del segle XIII per a erigir a sobre l’edifici actual (iniciat el 1298).

Igualment sorprenents resulten una pintura mural de grans dimensions amb escenes de cavalleria (de finals del segle XIII o començaments del XIV), una extensa col·lecció de plats i recipients de ceràmica (veieu-ne un a la foto) i una pintura preromànica al tremp (segles IX-X). A això se sumen monedes, fragments de vidres acolorits, lipsanoteques, firetes, làpides funeràries, reproduccions dels instruments musicals que es feien servir a la cort i accessoris de costura, entre d’altres elements.

El resultat d’aquest particular collage és una fascinant radiografia d’una època tan fosca com seductora, preàmbul de la Barcelona més expansionista i senyorial de tots els temps.

Aquest mapa visual va acompanyat d’una gran profusió de gràfics i explicacions que guien el/la visitant a través de la realitat política i social de la Barcelona medieval, completats amb una maqueta interactiva que permet conèixer l’emplaçament de construccions ja desaparegudes, com el Castell Vell, el Castell Nou o l’antic barri episcopal (integrat durant el segle XII per l’hospital de la seu, l’escola episcopal, el refectori, la residència canonical i la catedral romànica). Els textos, a més, s’ocupen d’aspectes com ara la instauració de la dinastia comtal a mans de Guifré el Pilós (840-897), l’emancipació de Barcelona de l’Imperi Carolingi a les acaballes del segle X, l’aparició dels Usatges (1068) en substitució de la legislació visigòtica, la creació del Consell de Cent (1265), la vida quotidiana al barri jueu (o call), l'ampliació de les muralles i la importància del port de la ciutat com a epicentre d’un emergent dinamisme econòmic i comercial.

Per a més informació, podeu visitar la web del museu.

Tuesday, August 01, 2006

Dos recetas íberas (ca. siglo III a.C.)

Aunque todavía no ha sido posible traducir los textos íberos que han llegado hasta nuestros días —se han podido leer, pero se desconoce su significado—, el análisis de algunos restos cerámicos de la época ha servido para arrojar una luz acerca de la dieta seguida por esta civilización prerromana.

Sin ir más lejos, el yacimiento de La Ciutadella (sito en Calafell, Tarragona) ofrece al/a la visitante la posibilidad de conocer y elaborar algunas de las recetas consumidas durante el período que nos ocupa (siglos VII-I a.C.).

Una de ellas es la leche frita (oua sfongia ex lacte). Este postre, aún vigente, puede prepararse a la usanza de los íberos removiendo hasta su disolución cuatro huevos en 1/4 de litro de leche, al que se habrá añadido previamente una onza de aceite de oliva. Para freír la mezcla, conviene poner otra pequeña cantidad de aceite en una sartén y, en cuanto esta comienza a hervir, verter el líquido obtenido. Cuando esté cocido, se adorna con miel y pimienta y se sirve en un plato.

Otra especialidad gastronómica íbera es la cazuela de lenguados (patina solearum). Para elaborarla, hay que colocar cuatro filetes de este tipo de pescado en un recipiente con aceite y sal y añadir un poco vino blanco seco por encima. A continuación, se tritura pimienta, hinojo y orégano, y se trincha todo. Mezclad el jugo obtenido y cuatro huevos crudos hasta formar una pasta compacta. Cubrid con ella los lenguados y cocedlo todo a fuego lento. Una vez finalizada la cocción, espolvoread el plato con pimienta y servidlo.

Las dos recetas indicadas son para cuatro personas.

Se ignora cómo se consumían los alimentos durante la civilización íbera, aunque se tiene la certeza de que sus sucesores en la Península, los romanos, comían recostados y sin utilizar cubiertos.