La dominación musulmana en Barcelona (y III): etapas y fechas remarcables
Se sabe muy poco de la dominación árabe en Barcelona. Uno de estos escasos documentos son las crónicas árabes compiladas por Josep M. Millàs i Vallicrosa, caracterizadas por su ambigüedad y por ofrecer informaciones muy dispersas.
Dentro del período de los emires dependientes (711-756), únicamente recogen la conquista de Barcelona y la expansión del dominio musulmán hasta Narbona (719).
En lo referente a la etapa del emirato independiente (756-801), aparecen reflejados los enfrentamientos del valí de Barcelona y Girona, Sulay-man ibn Yaqthan al-Araví, con los emires de Córdoba (777-778). No obstante, esta misma confrontación es atribuida por las crónicas carolingias a Carlomagno. Finalmente, los documentos árabes se hacen eco del levantamiento del hijo de Sulay-man, MartFub, quien extendió su dominió a Huesca y Zaragoza (788 y 789).
Por su parte, las crónicas francas —llamadas de Metz y de San Bertín— aluden al sometimiento de Sulay-man al rey Pipino el Breve (752), a una incursión de Carlomagno contra Barcelona (778) y al infructuoso encuentro (795 ó 797) del entonces valí de Barcelona, Sadun al-Ruayni, con este último en Aquisgrán. El objeto de su visita era proponer al emperador una alianza contra el emir de Córdoba (del que quería emanciparse), a cambio del sometimiento de Barcelona. Del mismo modo, los textos francos relatan cómo se produjo el fin del gobierno musulmán en Barcelona (en la Pascua de 801), acaecido durante el reinado de Al-Hakam I.
Fue entonces cuando el ejército comandado por Ludovico Pío, llamado Lluís el Pietós (en la imagen), anexionó la ciudad al imperio carolingio y la convirtió en uno de los principales enclaves de la Marca Hispánica. A partir de este momento, el gobierno de Barcelona será asumido por condes, siendo el primero de ellos Berà, hijo de Guillem I de Tolosa,
Ermold el Negro (790-838) dedicó a Lluís el Pietós un poema sobre la conquista de Barcelona, en el que alaba la solidez de las murallas y enumera el botín de guerra, consistente en armamento, cascos militares, un caballo y una pieza de oro. El sitio, iniciado probablemente a principios del año 800, se prolongó durante unos siete meses dado al buen sistema defensivo de la ciudad.
Según parece, no hubo grandes represalias sobre los vencidos, ya que los vencedores permitieron que los musulmanes abandonaran la ciudad libremente. A los que se quedaron, además, se les permitió conservar su legislación y obtener beneficios fiscales.
Sin embargo, la presencia árabe en la Barcelona medieval no acabó aquí, ya que, en el año 985 y bajo el gobierno del conde Borrell II, Almanzor protagonizaría un devastador saqueo en la zona.
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