Sunday, November 30, 2008

Arqueología en los yacimientos celtas: los principales hallazgos

Son muy pocas las civilizaciones cuya cultura ha logrado sobreponerse a la desaparición de los pueblos que la forjaron, perpetuándose hasta el momento actual. Uno de estos escasísimos ejemplos hay que buscarlos en los celtas (siglos X-I a.C.) y en el rico legado material que la arqueología ha conseguido recuperar 2.000 años después.

A continuación, se reproduce un breve resumen publicado por Christiane Eluère en el libro La Europa de los celtas (Barcelona: Ediciones B, 1999), en el que se detallan cronológicamente algunos de los hallazgos más significativos relacionados las sociedades célticas.

«En 1771 se desenterró en Podmokoly (Bohemia, [República Checa]) un caldero de bronce con 30 kilos de monedas y unos torques de oro en su interior, que llamó la atención de los eruditos. Mientras la Europa prerromántica del siglo XVIII se apasionaba con la leyenda de Ossian, bardo escocés del siglo III de nuestra era exhumado por el poeta James Macpherson, el interés por los celtas se despertó gracias a la numismática.

En el siglo XIX la arqueología incipiente, fuente principal de su conocimiento, desenterró un pasado celta común en varias regiones europeas, desde las islas Británicas hasta los Cárpatos. Los textos antiguos, numerosos y precisos, fueron relegados por las informaciones obtenidas en el terreno.

En 1842 aparecieron en Hallstatt (alta Austria) indicios de la existencia de una importante necrópolis de la Edad del Hierro. En el siglo XIV ya se habían descubierto allí unas minas de sal antiguas. Después, en 1853, unas excavaciones junto al lago Neuchâtel (Suiza) sacaron a la luz en La Tène gran cantidad de armas y adornos. Hallstatt y La Tène pasaron a ser yacimientos epónimos, es decir, dieron su nombre a la primera y la segunda Edad del Hierro.

A finales de siglo se excavaron muchos túmulos funerarios en el sur de Alemania, Suiza y el este de Francia. Todos tenían un aire familiar. Mientras tanto, el arqueólogo alemán Schliemann, que seguía el rastro de Homero en Grecia, descubrió el tesoro de Micenas y sus seis tumbas de fosa colocadas en círculo. En Preneste, al sureste de Roma, se excavó la lujosa tumba etrusca llamada de los Bernardini. El concepto de tumba principesca protohistórica, y con él la idea de una evolución paralela de las sociedades de la Edad de Hierro, ya fueran itálicas o centroeuropeas, se hicieron evidentes.

La excavación de sepulturas celtas continuó en el siglo XX, y sigue deparando descubrimientos sensacionales. El de la tumba de Vix, en Côte-d'Or (Francia), con su enorme crátera griega de bronce, fue todo un acontecimiento para la arqueología mundial de 1953. En 1978 el túmulo de Hochdorf, minuciosamente excavado y estudiado en el laboratorio, proporcionó valiosos datos sobre el nivel de vida de su ocupante.

Una nueva ola de excavaciones ha dado a conocer los hábitats: Heuneburg, yacimiento fortificado en la orilla oeste del Danubio; el oppidum de Manching (Baviera) o el monte Beuvray, en el centro de Francia. El interés se centra en los santuarios, como los de Entremont, Roquepertuse y Gournay-sur-Aronde (Francia), Fellbach-Schmiden (Alemania) y Snettisham (Gran Bretaña).

La investigación de laboratorio aporta sus métodos: la dendrocronología (datación por observación de los anillos de la madera), el estudio de las telas, los metales, las sustancias orgánicas y los macro y microrrestos»

En la imagen, carro celta recuperado en el yacimiento austríaco de Hallstatt.