Friday, June 27, 2008

El origen de las lenguas europeas

Sin duda, el panorama lingüístico que domina el territorio europeo desde el Atlántico hasta los Urales resulta realmente heterogéneo. Sin embargo, ya en 1808, Friedrich Schlegel puso el énfasis a las enormes similitudes que existen entre las diferentes lenguas europeas. Pese a todo, sería el filólogo germano Franz Bopp (1791-1867) quien aportaría la prueba definitiva de esta supuesta génesis común, a través de su obra Gramática comparada del sánscrito, zenda, armenio, griego, latín, lituano, antiguo, eslavo, gótico y alemán (1833-1852). Por la época en que Bopp sacó a la luz este trabajo, la preocupación historicista constituía una cuestión capital, tanto al ámbito de la lingüística como en el seno otras disciplinas. Quizás fue este dinamismo aquello que impulsó la búsqueda de una filiación detallada y de una descripción histórica de aquellas lenguas que, a posteriri, serían denominadas indoeuropeas.

Durante muchos años se creyó que estas lenguas, así como los pueblos que las hablan, tenían su origen a la India. Desde allí se habrían desplazado en Europa. Sea como fuere, la concepción que domina en la actualidad sitúa sus orígenes en una región comprendida entre la estepa central asiática y el sur de Rusia, y en las proximidades de la región originaria de la familia de lenguas uralo-altaica, familia con la que las lenguas indoeuropees están emparentadas. Su dispersión tendría lugar durante el neolítico. Así, hacia el 2000 a.C. ya se habrían escindido los diferentes grupos lingüísticos que constituyen esta familia de lenguas (Siguan, 1996: 15).

En la actualidad existe un consenso entre los lingüistas a la hora de distinguir entre nueve y diez grupos principales. Los tres primeros son grupos de lenguas que sólo se han hablado en Asia y que, por lo tanto, quedarían fuera del ámbito geográfico que nos ocupa: se trata del tokhari (actualmente desaparecido y conocido a partir de unos textos anteriores al siglo X que han sido encontrados al Turquistán), el indoiraní (que abarcaría lenguas antiguamente habladas, como por ejemplo el sánscrito), el persa antiguo, el avéstico y, en nuestros días, el hindú o bengalí, el urdú y el hitita.

Con respecto al marco europeo, los grupos principales, según Siguan (ibídem) son los que siguientes:

1) Baltoeslavo, con dos subgrupos principales: el báltico (lituano y letón) y el eslavo. Dentro de éste, se cuentan el eslavo antiguo y una serie de lenguas eslavas actuales divididas en dos subgrupos: a) meridional (búlgaro, serbo-cruzado y esloveno); b) oriental (ruso o gran ruso, bieloruso o ruso blanco, ucraniano o pequeño ruso; y c) occidental: checo, eslovaco y polaco.

2) Ilírico, que tiene como representante actual el albano.

3) Germánico, con los siguientes subgrupos:
  • Gótico. Era la lengua hablada por los godos antes de que adoptaran el latín. Actualmente está extinguida, pero quedan algunos fragmentos en la Biblia de Ulfilas, del siglo IV. Dentro de esta rama, también encontramos el vándalo y el borgoñón.
  • Nórdico, que incluye las lenguas escandinavas: danés, noruego, sueco e islandés.
  • Anglosajón. Abarca el old English, usado por los anglos y los sajones establecidos en las islas británicas a partir del siglo V dC. Este ha sido el origen del inglés actual. También se cuenta en este bloque el alto alemán (es decir, el antiguo alto alemán, empleado en Alemania meridional y embrión del alemán actual), el bajo alemán (que comprende el antiguo bajo alemán y antiguo sajón hablado al norte de Alemana, y que ha dado pie al frisón y al neerlandés).

4) Helénico. Históricamente, podemos distinguir el griego micénico, el griego helénico (con sus formas dialectales), el griego bizantino y el griego moderno.

5) Céltico, con dos subgrupos: el céltico continental (en el cual se ubica el galo empleado en la Galia, ya extinto) y el céltico insular, del cual proceden posiblemente el bretón y el gaélico, en todas sus formas: irlandés, escocés y manche (hablado en la isla de Man).

6) Itálico. Abarca las lenguas osco-umbrias a la península itálica, y entre ellas el latín (o lengua del Lacio). De éste proceden las lenguas neolatinas que se hablan en la actualidad: francés, español, italiano, portugués, gallego, provenzal u occitano, catalán y rumano.

Si bien las lenguas indoeuropeas, tal y como recoge Xavier Luna (1998), se convirtieron en hegemónicas en el Viejo Continente, en Europa, también han quedado islotes lingüísticos conformados por lenguas derivadas de otras familias lingüísticas. Son las que ahora se indican:

1) Familia uralo-altaica, a la que pertenecen también las lenguas turcas, y que en Europa está representada por el grupo fino-húngaro: finlandés, húngaro y estonio.

2) Familia caucásica, conformada por lenguas que se hablan al Cáucaso. La más conocida es el georgiano.

3) Familia semítica. Incluye el maltés (hablado en Malta).

4) El vasco. Es posible que sea anterior a la llegada de los pueblos indoeuropeos. No se le conoce ningún vínculo lingüístico, aun cuando ha sido relacionado con las familias caucásicas. Sin duda, el vasco, por su condición de lengua prerromana, constituye un caso excepcional de pervivencia.

Convendría recalcar, por otro lado, que el hecho de que buena parte de los europeos hablen lenguas con orígenes comunes implica que, en algún momento de la historia o de la prehistoria, los pueblos que las hablaban habían integrado una unidad biológica y cultural. Esta herencia, pero, ha ido diversificándose a lo largo de los siglos, de tal manera que hoy resulta inviable identificar los vestigios que apuntan hacia esta unidad primitiva.

Los orígenes comunes de las lenguas europeas han cristalizado, además, en unos rasgos gramaticales comunes y en ciertos parecidos semánticos. No obstante, es evidente que esta similitud no resulta suficiente a la hora de permitir un cierto grado de intercomunicación entre dos hablantes de sendas lenguas europeas. Y a su vez, no hay que obviar que los siglos de convivencia han multiplicado los contactos entre las lenguas europeas y las influencias mutuas, de tal manera que se puede decir que ha tenido lugar una cierta convergencia entre ellas. Esta unificación, por lo tanto, no ha sido producto de un origen común entre las diferentes lenguas de Europa, sino el resultado de la convivencia que ha existido entre ellas a lo largo del tiempo. Ahora bien, si ha existido un factor de convergencia factor, éste ha sido, indudablemente, el uso generalizado del latín por toda la geografía europea.