Tuesday, March 30, 2010

Recomendaciones para una escapada a Asturias (II): el oriente asturiano

El segundo día de viaje se puede aprovechar para desplazarse, a primera hora de la mañana y por la autovía AS 18, hasta la zona este de Asturias, poseedora de numerosos atractivos arqueológicos y de un vasto patrimonio natural. Durante el trayecto, conviene hacer un alto para descubrir la ciudad costera de Gijón y algunos de sus lugares más visitados, tales como sus termas romanas (siglo I d.C.) —descubiertas en 1903 y sitas en la calle Campo Valdés, s/n—, la Casa Museo de Jovellanos o los Museos Etnográfico y del Ferrocarril de Asturias. Para más información sobre la oferta museística gijonesa, se recomienda acceder a este sitio web.

El recorrido prosigue por la N-632, en sentido Santander. Al llegar a la altura de Ribadesella, se debe tomar la N-634 en dirección a Covadonga. Uno de los municipios que salpican la ruta es Cangas de Onís, en el que se eleva una impresionante construcción medieval conocida como el Puente Romano, al ser originaria de la época imperial. De su arcada central (ojival) pende una reproducción de la Cruz de la Victoria (para más detalles acerca de esta pieza, se puede consultar el post anterior). A 5 km de la localidad, hay con continuar por al carretera AS-114 en dirección a Panes y tomar el desvío existente a la izquierda al pueblo de Cardes. Desde allí, se accede a una de las cuevas prehistóricas abiertas al público más importantes del Principado: la del Buxu, término que en bable significa
‘boj’.

La gruta, situada a 900 m de Cardes y separada del mismo por un camino rural que debe transitarse a pie, fue descubierta casualmente en 1916 por Cesáreo Cardín, uno de los empleados del conde de la Vega del Sella, quien en principio tenía encomendada la misión de inspeccionar la vecina cueva de las Inxanas. Las primeras manifestaciones del Buxu se hallan a unos 70 m de la entrada. Todas ellas han sido realizadas mediante dos técnicas: el grabado parietal —ejecutado seguramente con un buril o piedra— y la pintura de siluetas o contornos en negro. A veces, ambas técnicas se suman en la misma figura para resaltar o modelar determinadas partes de los dibujos o animales. Algunos vestigios de pintura roja diseminados por la gruta indican la existencia de un tercer tipo de técnica, cuyo único resto apreciable es un enigmático signo similar a una e mayúscula, precariamente conservado.


Las manifestaciones pictóricas del Buxu (realizadas entre los años 16000 y 12000 a.C., entre el Solutrense Superior y el Magdaleniense Antiguo) se distribuyen básicamente en tres zonas. En la primera de ellas aparece un conjunto de ciervos pintados en negro sobre una superficie de arco natural de medio punto, que da paso a una galería baja que conduce hasta el santuario. En una segunda sala en forma de recodo se encuentra un extenso abanico de signos o figuras abstractas, grabadas en las paredes, en forma de parrillas o redes. Éstas han sido bautizadas como tectiformes, por parecerse a los techos o cabañas de ramaje. Además, se aprecia el dibujo de una cabra. Finalmente, en la parte más profunda de la cueva, se ha localizado un nicho con figuras zoomórficas más complejas. Lo más remarcable son los restos de los dibujos de dos grandes ciervos y un gamo pintados en negro, así como dos caballos grabados con una gran precisión técnica. En total, en la gruta se han documentado ocho caballos, ocho ciervos, cuatro cabras, dos bisontes, un gamo, una cornamenta de ciervo y cinco animales indeterminados, junto a 19 tectiformes y otros signos esquemáticos.


La cueva, abierta al público todo el año, de miércoles a domingo, contempla cuatro turnos de visita guiada: 10.15, 11.15, 12.15 y 13.15 h. Dado que el cupo de visitantes diarios es muy restringido —se ha fijado en 25 personas—, es imprescindible efectuar una reserva con antelación, llamando al teléfono 608 175 467 en horario de 15.00 a 17.00 h, de miércoles a domingo. Por motivos de seguridad, no se permite la entrada a los menores de siete años.

Tras admirar la gruta, el viaje continúa, vía Soto de Cangas, hasta el santuario de Covadonga, un enclave que aglutina paisajes de incomparable belleza y construcciones de gran valor histórico y religioso. Sin duda, el edificio más notorio es la colegiata de San Fernando o Casa de las Novenas, erigida a mediados del siglo XVII (en la imagen). De planta rectangular, se estructura alrededor de un claustro de dos piso. El primero de ellos está formado por una arquería de medio punto y pilares cuadrados, mientras que el segundo lo integra un pasillo con balaustrada. La capilla en la que se rinde culto a la Virgen de Covadonga o Santina es obra de Luis Menéndez Pidal y fue construida tras la Guerra Civil.


No obstante, la colegiata comparte su protagonismo con la Cueva Santa que se abre en los acantilados de Auseva, y en la que se refugiaron don Pelayo —su tumba se encuentra precisamente allí— y sus hombres antes de alzarse con la victoria frente a las tropas árabes. A pesar de que este lugar podría haber albergado previamente prácticas de culto paganas, la supuesta aparición de la Virgen en la gruta —que propició, según la tradición, el triunfo de los ejércitos cristianos— empujó al rey Alfonso I a levantar allí una capilla en el año 740, que sufriría numerosas modificaciones. Sin embargo, un incendio la devoró en 1777, suerte que también corrió la imagen de la Santina. Tras el siniestro, Roberto Frassineli asumió las tareas de reconstrucción en 1875, aunque las nuevas dependencias serían sustituidas por otra proyectadas por Menéndez Pidal a posteriori.


A su vez, el santuario de Covadonga es también la puerta de entrada a uno de los espacios naturales más importantes de la Península: el Parque Nacional de los Picos de Europa, situado a 12 km de la zona descrita. Éste, desde su última ampliación (acaecida en 1995) abarca unas 64.600 ha, una quinta parte de las cuales está recubierta de árboles. Entre éstos predominan los robles, las encinas, los rebollos y los abedules. Pese a todo, quizá los puntos más bucólicos de este montañoso enclave sean sus lagos de origen glaciar, como el Enol o el de la Ercina.

Después de disfrutar de la magnífica estampa que brindan los Picos de Europa, y de regreso a Oviedo, vale la pena hacer una parada en la localidad costera de Ribadesella, declarada Conjunto Histórico Artístico en 1973. Como edificios más destacables, conviene citar algunos caserones erigidos entre los siglos XVII y XVIII, así como el palacio renacentista de de los Cutre (siglo XVI), en el que se hospedó el rey Carlos V al llegar a España, y que hoy acoge el Ayuntamiento del municipio. Asimismo, es aconsejable acercarse a su paseo marítimo, sobre el que se asientan algunas casas de indianos y hoteles que, desde principios del siglo XX, albergaron una importante actividad turística.

Por último, si el viaje tiene lugar entre los meses de abril a septiembre, resulta de visita obligada la cueva de Tito Bustillo, uno de los ejemplos más relevantes de arte rupestre en la vertiente cantábrica. En 2008, la UNESCO la incluyó, junto a otras 16 grutas prehistóricas del norte de España, en la lista del Patrimonio de la Humanidad.