Saturday, March 22, 2008

La traducción de la Biblia del hebreo al griego (s. III-II a.C.)

En estos días, el cristianismo celebra las efemérides más importantes de su calendario litúrgico: la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Todos estos pasajes están contenidos en su libro sagrado: la Biblia, convertida también en la obra literaria más traducida y divulgada de todos los tiempos.

Las cifras resultan elocuentes: en 1980, un estudio reveló que existían Biblias en 275 idiomas y que su difusión anual en todo el mundo ascendía a 9.653.508 ejemplares.

Ahora bien, la rápida penetración de los textos del Antiguo Testamento en Occidente no habría sido posible si previamente no hubiese sido traducido de su lengua originaria —el hebreo— al griego clásico, hito que tuvo lugar durante el período helenístico.

Según asevera Musset (1987: 246 y ss), el primer ejemplar de la Biblia en hebreo habría visto la luz en Alejandría (Egipto) entre los años 250 y 150 a.C. Siempre según este autor, su traducción se vio motivada por las necesidades de la comunidad judía afincada en esta ciudad, que desconocía el idioma hebreo. A eso hay que sumar un creciente interés por parte de estudiosos y judíos conversos en la zona, que demandaban una versión del Antiguo Testamento en lengua griega.

No obstante, la comunidad semita de Jerusalén se opuso a esta iniciativa, ya que defendía que sólo los relatos en lengua hebrea podían ser considerados sagrados. Al mismo tiempo, temían que los traductores alejandrinos no se ciñeran al mensaje primigenio de los textos bíblicos. Como respuestas a estas críticas, los traductores de Alejandría difundirían, ca. 80 a.C., una obra conocida como La carta de Aristeo a su hijo sobre el magisterio hermético, un texto anónimo cuajado de contenidos alquímicos.

Asimismo, una tradición hebrea afirma que, ocho años después y a petición del rey de Egipto Ptolomeo II (308-246 a.C.), 72 rabinos de Jerusalén tradujeron todos los textos de la Biblia en 72 días, encerrándose cada uno de ellos en una celda situada en la isla de Faros. Transcurrido este período, se constató que las traducciones realizadas por todos ellos eran idénticas. Ante esta circunstancia, los maestros resolvieron que Yahvé les había inspirado en su cometido. La traducción pasó a conocerse como de los Setenta, debido al plazo y al número de eruditos implicados.

Sin embargo, existe un alto grado de posibilidad de que estas cifras no sean exactas, dado que esta mismo número parece dotado de un cierto simbolismo. Así, en el Evangelio de San Lucas (Lc., 10, 1) —escrito ca. 80-85 d.C.— el 72 vuelve a ser consignado, en referencia al número de seguidores de Cristo: «Después de esto, designó Jesús a otros 72 [seguidores] y los envió de dos en dos, delante de sí, a toda la ciudad y lugar adonde Él había de venir».

Entre 1450 y 1956, el alemán Johannes Gutenberg (ca. 1400-1468) inauguró la imprenta de tipos móviles en Europa —Fong in-Wan ya había hecho lo propio en China en el 932 d.C.— con la llamada Biblia de 42 líneas, de 1.280 páginas, primer libro impreso en el Viejo Continente.