Sugerencias para un fin de semana en Milán
Si bien es cierto que la capital mundial de la moda dista mucho del encanto de otras ciudades del norte de Italia —como Siena o Florencia— Milán bien merece una visita. De hecho, sólo algunos de sus edificios, como su espectacular catedral gótica, justifican por sí mismos una escapada al antiguo feudo de los Sforza (una de las familias más influyentes de la Italia renacentista).
La escasa distancia existente entre sus principales reclamos turísticos, además, contribuye a que el visitante pueda disfrutar de los enclaves más emblemáticos en un fin de semana. Las líneas que siguen ofrecen una serie de consejos para obtener el máximo partido de las calles de Milán cuando sólo se dispone de dos o tres días.
La ruta recomendada se inicia en los Giardini Pubblici, situados junto a la plaza Cavour. Sobre ellos se alza el pequeño Museo di Storia Naturale, una institución casi bicentenaria de titularidad municipal.
Prosiguiendo por la Via Alessandro Manzini en dirección al centro histórico de la ciudad, se alza a mano derecha la Scala, el coliseo operístico más importante de Europa. Erigido en 1778 (en sustitución de un teatro que había sido devorado por un incendio dos años antes), el edificio, de estilo neoclásico, fue proyectado por Giuseppe Piermarini. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, la Scala fue reconstruido y reinaugurado en 1946. Desde entonces, este recinto teatral no ha dejado de ser un referente para los amantes del bel canto.
Junto a la Scala, el visitante descubre el bello Palazzo Marino, de imponente fachada, y la Galleria Vittorio Emanuele II (1865-1877), obra de Giuseppe Mengoni. Se trata de una confluencia de vías comerciales cubiertas mediante estilizadas vueltas y cúpulas de hierro y cristal, en las que se concentran tiendas de las firmas de moda más exclusivas. Tras recorrerlas, el visitante llega a la Piazza del Doumo, donde se halla la bellísima catedral milanesa (siglos XIV-XIX), en la imagen. Con una sorprendente fachada dispuesta en horizontal (una característica insólita dentro del gótico europeo), es el segundo edificio catedralicio más grande del mundo, tras la seo de Sevilla. Los numerosos pináculos que jalonan la fachada, sus inmensas vidrieras y una ingente puerta principal de hierro forjado merecen ser observados con detenimiento.
A través de la Via Orefici y de la Via Dante, se llega al Castello Sforzesco, el edificio más importante del Renacimiento milanés. Iniciado en 1450 por orden de Francesco Sforza, fue decorado siguiendo los dictámenes de Galeazzo, Maria Sforza y a Ludovico el Moro. A pesar de las notables reformas y transformaciones que ha experimentado hasta la fecha, y que han acabado con su apariencia original, el complejo alberga muestras pictóricas de interés, como la Pinacoteca Museo d’Arte Antica. A pocos metros del castillo, a su vez, se encuentra el Palazzo dell’Arte, junto al idílico Parco Sempione.
Después de un paseo de unos 20 minutos a través de la Via G. Carducci y de la Via Cordo Magenta se accede a la iglesia de Santa Maria delle Grazie (1465-1482), obra de Guiniforte Solari. Sin embargo, su principal aliciente estriba en el refectorio anejo, en cuyas paredes se puede admirar una de las obras maestras de Leonardo da Vinci: el fresco de La última cena (1495-1498). Para poderlo visitar, conviene reservar hora con varias semanas de antelación.
El segundo día de la visita a Milán puede servir para disfrutar de algunos edificios alejados del trazado descrito, pero no por ellos carantes de interés. Es el caso de la iglesia románica de San Bobila (originaria del siglo XI, aunque muy remozada) o de la Casa degli Omenoni, un original trabajo arquitectónico y escultórico rubricado por Leone Leoni (1509-1590).
Del mismo modo, Milán ofrece una amplia oferta museística y cultural. Como ejemplo, cabe destacar el Palazzo di Brera, una armoniosa construcción barroca levantada entre 1651 y 1773 y en cuyo interior se conservan algunas de las obras maestras de la pintura del Quattrocento (entre ellas, Il Cristo morto, de Mantegna o Los desposorios de la Virgen, de Rafael Sanzio). Tampoco desmerece en absoluto la Pinacoteca Ambrosiana, que concentra telas como El músico, de Leonardo da Vinci. Para los seguidores del genial artista italiano, resulta recomendable visitar el Museo de la Ciencia y la Tecnología Leonardo da Vinci, que muestra reproducciones de los inventos ideados por el autor de la Gioconda. Finalmente, una visita al Museo Civico Archeologico (sito en la Via Corso Magenta) permite obtener una perspectiva histórica de la ciudad y conocer el esplendor alcanzado por la Mediolano romana. El precio de la entrada resulta realmente económico.
Y ya que se alude al tema del presupuesto, cabe destacar que algunas compañías aéreas de bajo coste ofrecen vuelos regulares a Milán con tarifas muy competitivas, lo que reduce aún más el número de excusas para disfrutar de una ciudad que no deja de sorprender a quienes la visitan por vez primera.
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