Sunday, December 02, 2007

Roma a orillas del Ebro: la antigua Caesaraugusta

Una visita cultural por las calles de Zaragoza no se acaba en la basílica del Pilar, o en el recinto de la inminente Expo de 2008. En efecto, una serie de trabajos arqueológicos recientes ha propiciado el descubrimiento de un valioso legado arquitectónico y artístico de origen romano: los restos de un puerto fluvial establecido junto al Ebro, las termas o baños públicos, el foro y un impresionante teatro. Todas estas construcciones han sido objeto de exhaustivas tareas de acondicionamiento y documentación, pasando a integrarse en una oferta museística moderna e imprescindible.

Para conocer los orígenes de la ciudad romana de Caesaraugusta (la actual Zaragoza), habría que remontarse hasta la segunda mitad del s. I a.C., momento en que el emperador César Augusto confía la creación de una nueva colonia a tres de sus mejores legiones: IV Macedónica, VI Victrix y X Gémina, integradas por ex combatientes de las Guerras Cántabras. El enclave, erigido junto a la antigua población de Salduie, se convertiría en capital de una nueva provincia romana o conventus, llamada también Caesaragusta.

Al igual que otros muchos asentamientos establecidos en Hispania, esta colonia constituyó un fiel reflejo del gran peso que la sociedad romana otorgaba a la vida pública, al tiempo que se benefició sin ambages de la floreciente etapa de prosperidad económica y política que atravesaba el Imperio. Fruto de estas circunstancias, Caesaraugusta pasó a albergar construcciones e infraestructuras destinadas no sólo a dotar a los ciudadanía de algunos servicios básicos, sino también a procurarle entretenimiento y diversión. Así, resultan especialmente representativos el puerto fluvial, el foro, las termas y el teatro, emplazados actualmente en sendos museos municipales que acogen más de 2000 años de historia.

Uno de estos recintos es el Museo del Foro de Caesaraugusta, situado en la plaza de la Seo y en el que se pueden admirar algunos vestigios del principal centro político y religioso de la ciudad (forum coloniae). Éste se inscribía en una gran plaza, rodeada de edificios públicos entre los que destacaba un gran templo dedicado al emperador César Augusto. En uno de los laterales se alzaba una zona doblemente porticada con algunos comercios o tabernas de dos plantas (tabernae), que aún conservan buena parte de su cimentación. Para ayudar al visitante a situarse, el museo exhibe una reconstrucción a escala de este mercado durante la época augústea. Del mismo modo, también se muestran un tramo de alcantarillado —construido durante el mandato de Tiberio— y cañerías de época, halladas durante los años 80. La oferta se completa con una cuidada muestra de objetos que recrean la vida cotidiana en la Roma imperial, tales como vasijas, instrumentos de medición, cucharillas o juguetes de arcilla.

Los hallazgos correspondientes al otro gran espacio público, el puerto fluvial, se encuentran en el museo homónimo, situado en la plaza de San Bruno. En él pueden contemplarse los vestigios de un embarcadero construido en la orilla norte del Ebro, destinado a la redistribución de mercancías procedentes de Vareia (actual Logroño) y, sobre todo, del puerto marítimo de Dertosa (Tortosa). El recinto también acoge una maqueta correspondiente a unos almacenes de mediados del siglo I d.C. que, además, servían para salvar el desnivel geográfico entre el puerto y el foro. La propuesta se completa con una pequeña exhibición de algunos recipientes y ánforas empleados en el transporte de las mercancías, sin olvidar algunos sillares que conservan las marcas de cantería realizadas por las legiones fundadoras de la colonia.

Ahora bien, la vida en Caesargusta no se reducía a la actividad mercantil. Y un buen ejemplo de ello lo constituyen los baños públicos y el teatro. Los primeros, en funcionamiento desde los siglos I a.C. y IV d.C., se localizan en las inmediaciones de la plaza de San Pedro Nolasco. Estas instalaciones, muy similares a los actuales gimnasios, estaban provistas de vestuarios, hornacinas acondicionadas como taquillas para guardar la ropa, espacios de actividad física y salas calientes, templadas y frías. En el correspondiente museo se aprecian los restos de unas letrinas y de un tramo de pavimentación (ambos del siglo I a.C.), así como una piscina de agua fría (natatio), porticada y construida al aire libre. Del mismo modo, la institución acoge algunas reproducciones de utensilios empleados por los clientes de las termas, como zapatillas, pasadores, esponjas o toallas.

Sin embargo, el ejemplo de arquitectura lúdica mejor conservado de la capital zaragozana es el teatro romano (en la imagen). Emplazado entre las calles de la Verónica y de Pedro Joaquín Soler, fue descubierto en otoño de 1972 de manera fortuita, al iniciarse la construcción de un inmueble.

El complejo fue erigido durante el gobierno de Tiberio en el siglo I d.C. y expoliado en la segunda mitad del siglo III. Sus materiales fueron destinados entonces a la construcción de una muralla que sirvió para proteger la ciudad de los ataques de otros ejércitos, durante un período marcado por la inestabilidad. Ya bajo la dominación musulmana, el solar fue utilizado para la creación de viviendas, mientras que en el siglo XVI el área pasó a albergar algunas cosas señoriales.

De todo ello da buena cuenta el correspondiente museo, inaugurado en 2003 tras 30 años de trabajos arqueológicos de recuperación y restauración. De la estructura del teatro aún se distinguen con claridad las gradas (cavea), la separación entre las mismas (praecintio), la orchestra —una especie de platea destinada a los altos dignatarios y magristrados romanos— y el escenario o pulpitum. El edificio, que sigue el modelo del teatro de Marcelo, en Roma, podía albergar a unos 6.000 espectadores, cantidad que supera incluso a la del teatro romano de Mérida.

Un último testimonio de la civilización romana en tierras aragonesas habría que buscarlo en el Museo de Zaragoza (plaza de los Sitios, 6). En la primera de las dos grandes área temáticas del recinto, dedicada a la Antigüedad, se conserva una nutrida colección de monedas romanas y estatutaria exenta, sin olvidar algunos mosaicos procedentes de casas patricias de la zona. Algunos de ellos contienen las primeras alusiones iconográficas al cristianismo (ca. s. IV), anunciando el ocaso de la más poderosa civilización de Occidente que jamás haya existido.

Por suerte, dos milenios no han sido suficientes para escatimarnos un pequeño pedazo de historia que aún puede ser admirado en pleno corazón de la capital zaragozana.