Las seis candidaturas olímpicas de Barcelona
Tal día como hoy, hace exactamente 14 años, Barcelona puso punto y final a los XXV JJ.OO. de la era moderna. Sin embargo, el inconmensurable éxito organizativo y deportivo del evento —que contó con la colaboración desinteresada de unos 100.000 voluntarios y voluntarias— hicieron de él un claro referente dentro de la historia del olimpismo, hasta el punto de que otras sedes olímpicas (entre ellas, Sydney) continúan adoptando como propio el modelo de planificación que se siguió en la capital catalana.
Ahora bien, el camino que tuvo que recorrer la ciudad condal hasta albergar unos JJ.OO. no fue un sendero de rosas. Y es que antes de que Juan Antonio Samaranch pronunciara aquel recordado «A la ville de Barcelone», el 17 de octubre de 1986, la ville contaba en su haber con cinco intentos frustrados de celebrar unas olimpiadas.
El primer precedente hay que buscarlo en 1924. La propuesta topó entonces con el veto del fundador de los actuales JJ.OO., el barón Pierre de Coubertin, quien sugirió que el acontecimiento se desarrollara en París —segunda sede olímpica de la era moderna— con motivo del 30.º aniversario de la reinstauración de este acontecimiento. De todos modos, su petición también albergaba el deseo de lavar la pésima imagen que la Ciudad de la Luz había ofrecido en su debú olímpico. Al final, como era de esperar, los Juegos tendrían lugar en la capital gala. Del mismo modo, Barcelona también vio truncadas sus esperanzas de organizar la edición de 1928 por culpa del propio Coubertin, quien manifestó por carta su apoyo a Ámsterdam (ciudad que albergaría los JJ.OO. de ese año). No obstante, el aristócrata cambiaría su concepción sobre la capital catalana en 1926. Tras visitarla, manifestó sin rubor que Barcelona era «la ciudad más deportiva» que había visto.
Las alabanzas de Coubertin animaron a los barceloneses a defender su candidatura para las olimpiadas de 1936. Pese a que Herni de Baillet Latour, a la sazón presidente del COI, se llevó una inmejorable impresión de su estancia en Barcelona, Berlín conseguiría los JJ.OO. por votación. Esta derrota supuso un gran varapalo para la ciudad condal, que decidió sacarse la espina organizando un evento deportivo alternativo: la Olimpiada Popular (ver sello con la imagen del cartel en la ilustración). El acontecimiento, que contaba con 6.000 atletas inscritos (especialmente españoles [4.000] y franceses) y que debía iniciarse el 19 de julio de 1936, se fue el traste por culpa del estallido de la Guerra Civil, acontecido un día antes.
Con motivo de la edición de 1940, Barcelona volvió a presentarse como candidata a celebrar los JJ.OO., pese a que su sueño se vio frustrado nuevamente al ver cómo Helsinki se alzaba con la victoria en la votación del COI. Pese a todo, el inicio de la Segunda Guerra Mundial provocó que ese año no se llevaran a cabo los JJ.OO.
Ya en 1965, la capital catalana expresó sus deseos de organizar la edición de 1972. Una vez más, sus anhelos se disiparían muy pronto: aprovechando la ausencia del entonces delegado nacional de Deportes, Juan Antonio Samaranch (que se encontraba de viaje con el equipo español que disputaba la Copa Davis), el COE optó por otorgar la candidatura olímpica a Madrid. Dado que cada país sólo podía presentar una ciudad aspirante, Barcelona quedó apeada del camino hacia el COI. El triunfo final, no obstante, se lo acabaría apuntando Munich.
Así, hubo que esperar hasta 1992 para que Barcelona tuviera el privilegio de impulsar unas olimpiadas. Este acontecimiento, sin duda, sirvió para remozar una ciudad hasta entonces destrozada por el afán especulativo de la era Porciones y para hacer de ella uno de los puntos neurálgicos del turismo cultural y de ocio.
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